En su colaboración para el diario El Universal, el foto-periodista Ulises Castellanos da a conocer hoy lunes algunas imprecisiones que aparecen en el número 35 de Luna Córnea, la cual fue presentada el sábado en el Centro de la Imagen:
Hace horas llegó a mis manos el número 35 de Luna Córnea, revista que he coleccionado por años en casa y que hoy edita Alfonso Morales, del Centro de la Imagen.
Inevitable revisarla al vuelo. Sabía de su edición hace meses, pero nunca imaginé el nivel de imprecisiones, mala fe y falta de rigor para la publicación final en ciertos temas. La mediocridad en síntesis.
Primero que nada, debo felicitar al buen Miguel Dimayuga por la extraordinaria imagen que tuvieron a bien seleccionar para su portada. La edición a lo largo de sus casi 400 páginas es una belleza editorial y no dudo que varios de sus autores hayan trabajado a conciencia cada uno de los textos, el diseño es impecable y su calidad de impresión es perfecta.
Lo que sorprende es que lo escriban personas ajenas al fotoperiodismo y que sólo reflejen la postura de un grupo y su militancia, dejando en claro que trabajan en conjunto para apuntalar una “verdad histórica” —al más puro estilo de Murillo Karam— del devenir fotográfico de nuestro país en las páginas que ocupan su texto.
Por ejemplo, desconozco si por dolo o por ignorancia la señora Isaura Oseguera se atreve a hacer un recuento de 30 años sobre el fotoperiodismo que parece súper metódico, hasta que habla de las últimas bienales sin consultar a todos los protagonistas. Al final, su análisis es errático y tendencioso.
Su narración sobre el tema de las bienales es, por decir lo menos, falsa en puntos medulares. ¿Acaso sólo consultó a Enrique Villaseñor, coordinador de la Bienal de Fotoperiodismo, y sus colaboradores? ¿En dónde está el contraste y la presunta honestidad que rige todo texto intelectual o académico sobre temas públicos? ¿Es una revisión para exonerar responsabilidades?
Cuando se les antoja, mezclan mi nombre con el de otros y al gusto me dejan sólo como única referencia para rematar sus absurdas conclusiones.
Ridículo es su final en la página 125 cuando en sus últimos renglones argumentan : “Todo lo benéfico y criticable que pudieron tener las seis bienales de Fotoperiodismo ya es parte de ese relato, del que todavía nos falta mucho por conocer”. Yo agrego, ¿no tuvo tiempo para conocerlo o no quiso conocerlo del todo?.
Perdone usted, querido lector, que lo distraiga con estos temas, pero no deja de sorprenderme la mezquindad de algunos personajes cuando deliberadamente mienten o manipulan los hechos en aras de salvar el prestigio de otros que vivieron durante años del erario público y que al final no admiten que se equivocaron al premiar a un mentiroso ampliamente documentado, y que en su propio texto de renuncia al espurio premio de 2005 que pensaban darle al fotógrafo Giorgio Viera, él mismo declara : “Calificar de engaño las imágenes que son producto de la “re-construcción” de la realidad” …. Bueno, el chiste se cuenta solo.
Por último, algunas precisiones al señor Raúl Pérez Alvarado, que escribe sobre Proceso; es falso que yo me “incorporara” a dicho semanario en marzo de 1999, no señor, entré a Procesoen junio de 1993 a invitación de Vicente Leñero y estuve 12 años en aquella redacción hasta diciembre de 2005. No mienta.
Del resto de su relato, el mismo rollo, un montón de datos falsos, de oídas y verdades a medias; nosotros fundamos la agencia Procesofoto. Punto. Y por último, la foto de portada del semanario que aparece en la página 167 no es sólo de archivo, su autor es José Manuel Jiménez. Precisión, señores. Precisión y honestidad.
Por cierto ¿Y el calendario de foto editado cada año para suscriptores de Proceso?
Ahora, bajo este contexto no sorprende las mínimas referencias a Pedro Valtierra sobre sus cuatro décadas como fotoperiodista, o al suplemento de La Jornada de Raúl Ortega e incluso olvidan profundizar en la carrera de Daniel Aguilar, el fotoperiodista más premiado de nuestra generación. Pena ajena.
Esta revista de casi 400 páginas, pagada por el Estado, refleja claramente la visión de un grupo que sólo dialoga y se mira a sí mismo. Felicidades.
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